En un mundo en conflicto, con profundas desigualdades y ambientalmente insostenible, el trabajo decente representa el camino hacia la paz y la justicia social. Sabemos que el gran tema es el trabajo libre, creativo, participativo y solidario anhelo de la Iglesia universal (1) junto con tierra y techo, porque es el modo más digno de ganarse el pan de cada día y asegura nuestro compromiso con el cuidado de todas las personas y del planeta, haciendo un mundo más habitable y hermoso, y porque el trabajo permite caminar juntos como pueblo hacia una vida digna. El acceso al trabajo por parte de todos es una prioridad irrenunciable.
Hacemos nuestro el llamamiento del papa Francisco para seguir comprometidos, avanzando juntos por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo”2
Denunciamos que muchas personas trabajadoras migrantes quedan excluidas de los derechos laborales y sociales. Las personas asalariadas de los servicios esenciales carecen, en demasiadas ocasiones, de suficiente reconocimiento social y de condiciones de trabajo dignas. Las condiciones de trabajo, especialmente en un contexto global de subida de precios y de inflación desbocada que está generando un mayor empobrecimiento en las familias trabajadoras, no garantizan cubrir las necesidades básicas, ni son compatibles con las necesidades de cuidado personal y familiar.
El trabajo “informal” dificulta enormemente el desarrollo personal, familiar y comunitario, poniendo en riesgo muchos de los logros sociales y hasta los principios fundamentales sobre los que se asientan la cohesión social, la convivencia y la justicia social, además de las perspectivas de mejora de jóvenes y mujeres.
Queremos insistir en que “la respuesta a esta situación solo puede venir a través de una mayor oferta de las oportunidades de trabajo digno”, puesto que “es la base sobre la cual se construyen en toda comunidad(3) la justicia y la solidaridad”[1]. En ese sentido, apoyamos las propuestas de establecer un salario universal para acceder a los más elementales bienes de la vida y la reducción de la jornada laboral para crear trabajo decente 4.
Además, son necesarias políticas inclusivas, diálogo social, regulación y acuerdos internacionales que reconozcan en la práctica la prioridad de la persona y promuevan con eficiencia la distribución equitativa de los resultados de la actividad económica, para que pueda haber un verdadero desarrollo humano integral para todas las personas y en todo lugar.
Por ello, proclamamos que “es más urgente que nunca que se promuevan en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación. Es necesario asegurar y sostener la libertad de las iniciativas presariales y, al mismo tiempo, impulsar una responsabilidad social renovada, para que el beneficio no sea el único principio rector”5.
En un mundo herido, en el que el drama de la guerra --de todas las guerras-- nos ha vuelto a recordar su brutal impacto en las vidas y esperanzas de las personas, es imperativo exigir el respeto y cuidado integrales a todas y cada una de las personas en el trabajo, así como el de la casa común de la que dependen las bases para hacer posible la vida en la tierra, favoreciendo y reconociendo debidamente las tareas de cuidados y a las personas que de ellas se encargan, así como exigir la conservación y defensa de los ecosistemas.
En sociedades fracturadas y desvinculadas, que deben enfrentar desafíos tan enormes como el de la transición energética y la economía circular, proponemos el diálogo social y el multilateralismo como herramienta, para que las necesidades de todas las personas y pueblos sean debidamente atendidas y equilibradas.
Ante la globalización de la indiferencia por la suerte de migrantes y refugiados, reclamamos que la política se oriente al bien común y a la defensa y cumplimiento de los Derechos Humanos que derivan de la sagrada dignidad de todas las personas, para lo que deben reforzarse las medidas que promueven la inclusión y extender sin discriminaciones los sistemas de protección universal.
Las empresas deben asumir el respeto debido con sus trabajadores, a las comunidades en las que operan y al entorno medioambiental afectado por su actividad, para lo cual los poderes públicos deben impulsar marcos regulatorios, así como estimular la creación de empresas de la economía social y solidaria que permitan el ejercicio del consumo responsable y sostenible.
Igualmente, queremos promover la participación e implicación colectiva, también en el ámbito de la Iglesia, en la tarea samaritana de defender unas condiciones de trabajo decente.
Como Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC), renovamos nuestro compromiso para que sean “cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz”6.
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1.Cf. Laudati SI, Fratelli tutti, Evangeli Gaudium
2- Mensaje del Papa Francisco para la celebración de la 55ª Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2022)
3- Idem
4- Mensaje del Papa Francisco al IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares (16/10/2021)
5- Mensaje del Papa Francisco para la celebración de la 55ª Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2022)
6- Idem
Mensaje escrito por el Movimiento Hermandad Obrera de Acción Católica – HOAC ESPAÑA