La Iglesia y el mundo esperan mucho de nosotros. Empiezo con esta afirmación porque estamos viendo el esfuerzo y compromiso de nuestro Papa Francisco en hacer que la gran comunidad de seguidores del Proyecto de Jesús se una alrededor de él, comprenda la dimensión de esta propuesta que va mucho más allá de quienes confiesan nuestro credo, que alcanza a todos los trabajadores y trabajadoras del mundo y en todos los rincones del planeta, esta Casa nuestra, hoy peligrosamente amenazada por la enfermedad del consumismo, la codicia, del negacionismo, la intolerancia, frutos podridos del egoísmo, este mal que fue tan combatido por aquel que, por Amor, dio su vida por todos nosotros y nosotras.
Son tiempos realmente extraños los que vivimos, tristes por el número de muertes resultantes de una pandemia, pero también tristes por la precariedad en la que viven los millones de víctimas del desempleo, agravada por la enfermedad, pero también por los mecanismos de concentración de la riqueza de los poderosos. Nos entristece profundamente ver a millones morir de hambre, a pesar de todos los avances tecnológicos en la producción de alimentos, más nos entristece el desperdicio. Qué inquietante es ver a familias enteras moviéndose sin rumbo, desesperadas, asustadas por conflictos étnicos, religiosos y políticos, en busca de un lugar donde puedan tener paz; familias bloqueadas por alambradas de púas, cercas electrificadas, policías con chorros de agua y perros que asustan, humillan y matan. Este espantoso escenario que estamos viendo, diseñado por un proyecto de muerte y producido por un sistema que nada tiene que ofrecer a la humanidad, también está herido de muerte, como la Madre Tierra, agoniza; pero la Madre se recuperará, a pesar de las heridas, pues el sistema perverso pasará, como han pasado otros.
Estamos viendo señales de cambio en todo el mundo. La implicación de los jóvenes en causas sociales y medioambientales es cada vez mayor, y la joven sueca Greta Thunberg es prueba de ello. Las mujeres, víctimas históricas de diversos tipos de violencia, viene poco a poco conquistando victorias a través de diversos movimientos mundiales y una vez más, una joven, la paquistaní Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz 2014, simboliza esta victoria y esta esperanza y parece decir a todas las mujeres, ¡estamos juntas!
La lucha contra el racismo que comenzó en la antigüedad, que se cobró la vida de luchadores como Malcom X, Martin Luther King y tantos otros y otras, se ha extendido y fortalecido. El asesinato de un hombre negro, George Floyd, por un policía americano blanco, ha indignado al mundo entero. Incluso provocó una revisión de la historia, los monumentos a los antiguos esclavistas fueron derribados en varios lugares de América y Europa.
En el espacio político, después de un corto período de avance de la extrema derecha, percibimos que los socialdemócratas, socialistas y de izquierdas de todo el mundo buscan una recomposición. La victoria del pueblo chileno en las calles, a partir de 2019, la reanudación del MAS - Movimiento al Socialismo, de Bolivia, en las elecciones de 2020. Y con algunas diferencias ideológicas, también la derrota de Trump frente al demócrata Joe Biden. En Brasil, el movimiento Lula Libre, las victorias del ex-presidente ante la justicia brasileña y la rearticulación de los progresistas, todos estos hechos señalan que algo nuevo está apareciendo en el horizonte.
Finalmente, en este momento en que tenemos el privilegio de, como líderes y representantes de un movimiento que nació en el corazón de la clase obrera, un movimiento presente en cuatro continentes, no podemos quedarnos fuera de este momento histórico, no seremos meros espectadores. Las barreras existen y son muchas, pero la creencia de que el mundo que soñamos y que es posible materializar de la mano de la clase obrera, nos obliga a superar todos los obstáculos y a participar activamente y comprometidamente en esta reconstrucción.
Escrito por Marcelino de Almeida - MTC Brasil
Consejero del MMTC – América del Sur