El año 2017 es casi historia y quizá por eso podamos hacer un recuento más objetivo cuando miremos enero desde diciembre, sin lugar a dudas encontraremos lo bueno y lo bien que hemos hecho las cosas, y lo mal que nos ha salido otras.
El mundo en que se mueve el MTC suele ser en ocasiones hostil, toda vez que vemos como en muchos aspectos, parecen no tener solución los problemas que agobian a las personas que nos rodean. Y como parte de ese mundo, caemos en el inevitable despeñadero de la desilusión, la decepción y el desánimo que parece no tener fin. Es ahí donde parece aflorar en todos, el grito del Nazareno en la Cruz: “¡Dios mío!, ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”Entonces, queridos hermanos y hermanas, necesitamos, con mucha oración de por medio, limpiar el polvo de nuestros ojos y del corazón para que definitivamente florezcan con fuerza la Esperanza y los agobios no conviertan en días aciagos nuestra existencia.
La Navidad nos da un ejemplo: el que fue depositado amorosamente en el pesebre de aquella gruta de Belén, conoció el anonimato y la pobreza pero llegada su hora supone descubrirnos que el verdadero sentido de nuestra vida empieza cuando el llanto, el hambre, la sed de justicia hacen posible poner en movimiento las manos, la inteligencia y el espíritu para que se produzcan los cambios, primero en nosotros, y podamos proponerlo a los demás.
La propuesta-solución de Jesús de Nazaret no es política, ni económica o ideológica -aunque los laicos estamos llamados a ordenar estas realidades- sino la sencilla que en muchas ocasiones es olvidada por quienes se hacen llamar “cristianos”: “Busquen el Reino de Dios y su Justicia, y lo demás se les dará por añadidura”.
¡FELIZ NAVIDAD Y BIENAVENTURADO 2018!
Lean o descarguen Laborem n°64 a continuación: