La palabra fraternidad se traduce literalmente como “Ndugu” en Kiswahilia, término que ha sido usado por los tanzanos para expresar hermandad entre los miembros de la comunidad durante más de 25 años, especialmente durante el último régimen de Nyerere. La filosofía Ujamaa, expuesta por Nyerere, fue un modelo de vida que se basaba en la solidaridad y la fraternidad.
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“La base del socialismo propuesto por Nyerere tiene sus raíces en las sociedades africanas tradicionales. La visión socialista de Nyerere y su contribución a África se basaron en la reconstrucción y regeneración de pueblos y comunidades, siendo esta la base de la vida política y comunitaria” (Fraternity in Christ; Nyenyembe Jordan, Pauline publication Africa 2005 P 19).
A pesar de que el CWM de Tanzania todavía está en una edad temprana, el estilo de vida fraternal entre sus miembros llevan existiendo tanto tiempo como los miembros más antiguos de estas comunidades, que han vivido los cinco regímenes que han existido en Tanzania desde su independencia; junto con el espíritu de “undugu”, es decir, hermandad entre las mayorías que se resisten pese a todos los esfuerzos que se han hecho, para conseguirlo a través de un cambio del sistema de producción y del estilo de vida.
Hasta el día de hoy, algunos miembros de nuestro movimiento viven en hermandad, mientras que otros consideran que esto no es más que un decir. Sin embargo, todo lo relacionado con las fraternidades actuales del CWM de Tanzania permite discernir los valores de una sociedad justa y sostenible, así como su importancia, lo que las hace fascinantes.
El CWM de Tanzania aboga, a través del programa AAIH* (Asociación de Ahorros para la Inversión en el Hogar), por un plan para sus miembros hecho en tres partes, que promueve el espíritu de solidaridad fraternal.
Nos enfocamos en la organización de encuentros semanales entre los miembros, que rezan juntos, reflexionan sobre la palabra de Dios y discuten temas tanto personales como de interés grupal. Cabe mencionar que existen dos agendas permanentes que siempre se mantienen, la primera: cómo construir una agrupación o pequeña comunidad cristiana que sea justa, fraternal y sostenible. La segunda: “compartiendo el pan”, que consiste en que los miembros compartan experiencias personales recientes, es decir, dificultades o triunfos que cada individuo ha vivido en su casa. Por ejemplo, las cosas buenas y los problemas con los que se tropezaron durante la semana, ideas nuevas y oportunidades que los han inspirado o desalentado, etc.
Los encuentros son apoyados por tres acciones solidarias que tienen el fin de poner en práctica actividades que fomenten el progreso grupal. Primero, se alienta a los miembros para que ahorren parte de sus ingresos semanales mediante la adquisición de bienes (AAIH) de modo que los fondos acumulados (acciones) sean prestados a los miembros más necesitados y, pasado un período estipulado, devueltos con intereses. Esto tiene como objetivo el crecimiento económico individual a través de iniciativas de inversión personal o familiares, razón que origina la connotación “Inversión en el Hogar” o acumulación de capital de inversiones familiares. Segundo: los fondos para el desarrollo social, que consisten en una tarifa de contribución obligatoria y previamente acordada, concertada por consenso entre los miembros del grupo. Estas contribuciones se acumulan para atender diferentes imprevistos que puedan surgir relacionados con la seguridad social, como los que no puede afrontar un solo individuo (p. ej.: entierros o ceremonias que requieran de la participación colectiva u otros eventos que necesiten una movilización rápida de fondos). Además, esto garantiza unos fondos iníciales para el grupo o las actividades de las Pequeñas Comunidades Cristianas.
Por último, más no menos importante, están los fondos para el desarrollo eclesial. Esta contribución también es obligatoria y ha sido previamente acordada por el grupo. Posteriormente, será cancelada por todos los miembros de la iglesia, en todos sus niveles, desde la Pequeña Comunidad Cristiana y sus divisiones, sub-parroquias y episcopados, hasta el nivel nacional, es decir, la Conferencia Episcopal de Tanzania. Estos fondos se crearon con el fin de que se convierta en un hábito la realización de acuerdos previos para imprevistos, en lugar de permanecer en un estado pasivo, y así superar las eventualidades y reaccionar ante cualquier cosa.
Estas tres estrategias económicas tienen el objetivo de estimular el progreso individual, colectivo e institucional entre los miembros del CWM de Tanzania. Asimismo, constituyen la base para la experimentación activa y la implementación de las ideas que surgen en las conversaciones rutinarias entre los miembros que se presentan a los encuentros semanales, y así ponerse manos a la obra para crear una vida solidaria y fraternal. Los recursos que se movilizan fuera de estos tres fondos permiten que los grupos principales (las Pequeñas Comunidades Cristianas) se conviertan en la voz de los ignorados, especialmente aquellos que son vulnerables, incluyendo a los emigrantes. Estos recursos también permiten responder a las medidas contingentes que se presentan ante los necesitados, sean estos una parte o no de los grupos o Pequeñas Comunidades Cristianas. Estas plataformas aportan cada vez más aprendizaje y apoyo no sólo para los miembros participantes, sino también para quienes no son miembros y están marginados.
Las discusiones que tienen lugar durante los encuentros semanales tienen una temática amplia, de forma que los miembros dialogan sobre temas variados, incluyendo los aspectos socioeconómicos, medioambientales y políticos, entre otros, que influencian el día a día en su localidad. Las intervenciones no deben ser discriminatorias, se debe tener en cuenta a todos los residentes del lugar, sin importar sus creencias religiosas, su etnia o su confesión. Por supuesto, todo se analiza antes de ser incluido en el programa, puesto que todo se realiza voluntariamente.
Las mujeres han sido ejemplares, especialmente en el ámbito de la solidaridad fraternal; han sobresalido en el desempeño grupal y por ende alientan a los grupos del WWM para que participen en AAIH. Por este motivo, han ganado un puesto más alto al ser tesoreras del grupo, gracias a que a la mayoría les dan mucha confianza y son constantes en los encuentros semanales. Su asertividad en las dinámicas grupales enriquece los encuentros y diálogos, sobre todo con su firmeza al evaluar el préstamo y el pago de las deudas.
Además, estas mujeres muestran una postura Um-swayng una vez que se ha decidido hacer una intervención, mientras que su espíritu maternal es el mejor estímulo para las obras caritativas de los grupos/PCC.
Actualmente, es habitual que más del cincuenta por ciento del liderazgo en nuestros grupos o Pequeñas Comunidades Cristianas se le otorgue a mujeres, aunque la situación cambia al escalar más alto en la jerarquía de la organización, debido al bajo nivel educativo, que las suele excluir de las posiciones de mayor responsabilidad.
Ha habido una transformación tremenda entre los grupos o Pequeñas Comunidades Cristianas. Un caso puntual es el de la Pequeña Comunidad Cristiana de la Virgen María en la parroquia de Rukora, Kabindi.
Este grupo empezó como una PCC de pocos miembros, con apenas 20 hogares activos que sólo oraban. Al introducir el plan en tres partes de AAIH, este grupo pasó a tener cerca de 159 miembros que han trabajado para ahorrar más de 40 mil chelines tanzanos, redistribuyendo este dinero entre sus miembros en abril de este año. Al final del ciclo operativo, cada contribución estaba valorada en 2000 chelines tanzanos, produciendo 1000 chelines adicionales como ganancia. Aparte de este logro, la PCC logró acumular 350,00 para los fondos de desarrollo social y 280.000 para los fondos de desarrollo eclesial. Lo que difiere de la rutina obligatoria de las contribuciones que se hacen directamente a la iglesia, según las instrucciones jerárquicas.
Para las comunidades que están compuestas por campesinos que basan su subsistencia en prácticas agrícolas rudimentarias, esto es todo un logro y un claro paso para conseguir grandes cambios. Sin embargo, las disparidades económicas entre los miembros de la comunidad, especialmente entre los supervivientes, los supervivientes estables y las empresas, representan un gran reto para integrar la economía. Y aquí surge la importancia de la fraternidad como vínculo común para lograr la vida en comunidad
JUZGAR
En el CWM de Tanzania respaldamos la creencia del WMCW de que la hermandad es “el vínculo”, “el puente” que enlaza las palabras “justo” y “sostenible”.
Hemos reunido experiencias reales en este corto período en el que hemos experimentado activamente con el esquema HAS. La hermandad es un requisito previo sin el cual el diálogo y la caridad entre los compañeros, sobre todo en temas personales, serían imposibles. Al evaluar la vida (compartiendo el pan), se invita al desinterés y a la confianza hacia los vecinos y miembros del grupo.
El sentido de hermandad y solidaridad es necesario para que los miembros de los grupos o PCC cumplan con las contribuciones obligatorias y sacrificios personales. Sin estos valores, carecerían de motivación.
Por ello, vivir en hermandad impone un requerimiento especial: el espíritu de desinterés o “no hacerle a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen”. No obstante, una vez hecho, vivir en hermandad nos da alegría y felicidad. Se tiene esa sensación de unión entre mente y espíritu, que se refleja mejor en la palabra “comunión”, y que abre una puerta importante para satisfacer las cuatro necesidades humanas básicas: psicológica, social, espiritual e intelectual. Esto allana el camino para crear una sociedad justa y sostenible. Sin embargo, construir esta hermandad exige valores como la honestidad, la cooperación mutua para tomar decisiones, la buena predisposición para el diálogo y la inclusión, reconciliación y buen manejo de conflictos con un espíritu dedicado a servir con humildad.
Unirse en diversidad también es prioritario para la hermandad, es decir, los miembros no necesariamente tienen que ser similares o iguales, sino que deben ser diferentes para que cada uno contribuya con sus distintos talentos y de acuerdo a su capacidad y singularidad, y así cada uno gana o recibe algo acorde a sus necesidades. Esto permite que se enriquezcan entre ellos y, por tanto, enriquecer también el valor de la hermandad.
Vivir en hermandad confirma que nuestra fe es una forma muy efectiva de promover la comunión y participación en acciones basadas en el amor y la caridad, como unos auténticos discípulos de Jesucristo. “Vivir el evangelio con un espíritu afectuoso y servicial”. La paz y la tranquilidad prevalecen si el amor al prójimo es incondicional.
Como se mencionó anteriormente, vivir en hermandad exige honestidad, que es sinónimo de justicia, honradez y nobleza, y que es descrita en la biblia como la pureza del corazón. Sólo los de corazón y mente puros pueden ser honestos, honrados y desinteresados. De allí que con la vida en hermandad nuestras acciones sean pintadas en blanco con pocos o ningún santo y que estas contribuyan a transformar el mundo para hacerlo más sostenible. Entre los textos de la biblia hemos escogido el de Juan 2:14-26 como la guía en nuestros esfuerzos por vivir en hermandad día tras día: “Hermanos míos, ¿de qué servirá si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”.
ACTUAR
El CWM de Tanzania ha tomado una serie de decisiones para adoptar medidas que produzcan cambios entre sus miembros y vecinos. Una de estas medidas es la expansión de AAIH en todas las diócesis participantes para que su metodología sea adaptada a los grupos o PCC.
Ya se puede ver algo de éxito en todas las diócesis que participan, siendo estas 7: Morogoro, Dar-es-Salaam, Tanga, Mbinga, Songea, BukobayRulenge-Ngara. Esto es tan sólo el comienzo de un largo camino para construir una sociedad justa, fraternal y sostenible.