Convocados para dialogar y renovar nuestro compromiso de acercar el Evangelio al mundo del trabajo, concluyen los trabajos del Seminario Internacional y la Asamblea General cuyo lema ha sido “Tierra, techo y TRABAJO para una vida digna”, y que no nos ha reunido en Ávila, España, del 15 al 21 de julio de 2017, 120 delegados y delegadas de 42 movimientos de trabajadores cristianos de África, América, Asia y Europa,.
En estos días hemos compartido vida, solidaridad y fraternidad. Hemos sido testigos de la acogida de la ciudad, de su diócesis, de sus medios de comunicación, sintiéndonos muy afortunados. Nos acompañaron a nuestro encuentro los principales responsables de la Iglesia y representantes sindicales de España, que nos alentaron a seguir construyendo puentes entre la Iglesia y el mundo del trabajo.
Hemos damos gracias a Dios, por estos 50 años de presencia cristiana en el mundo del trabajo y de camino al lado de tantos hermanos trabajadores, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus alegrías y sus penas.
Nos sentimos acompañados en nuestra tarea evangelizadora por el papa Francisco, que en su mensaje a los participantes de este encuentro, a través del obispo de Ávila, nos emplaza a un “renovado impulso para acercar el Evangelio al mundo del trabajo y también para que la voz de los trabajadores siga resonando en el seno de la Iglesia”, y a “luchar para que todo el mundo viva conforme a su dignidad y nadie se vea descartado”.
En nuestra mirada creyente, hemos compartido la vivencia y presencia en las distintas realidades en los lugares de origen de los movimientos que integran el MMTC. En este discernimiento nos han aportado su experiencia la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y el movimiento popular de barrios ignorados; profundizando en la enseñanza del papa Francisco en relación a la pastoral obrera, la economía del descarte y el trabajo decente.
Compartimos nuestra preocupación por el desempleo, la falta de empleo digno y la alta precarización de las relaciones laborales en todo el mundo, que genera dolor, sufrimiento muerte, insolidaridad, desesperación, guerra, violencia, emigración. El dominio del lucro se sustenta bajo un modelo de relaciones laborales basado en el debilitamiento del derecho laboral, de la negociación colectiva, de la protección y los derechos sociales, de la representación y defensa de los trabajadores y las trabajadoras… en definitiva, un empobrecimiento de la vida y la deshumanización y desigualdad del trabajo. Estas condiciones atentan contra la vida de millones de personas y de familias enteras, sin distinción de edad, género, raza o lugar… especialmente a jóvenes, mujeres y niños (trabajo infantil).
Una realidad sufriente que es fruto de un sistema basado en la cultura del descarte que convierte a las personas en mercancías. Estos rasgos son comunes en todos los países en el marco de una globalización económica que se desentiende de la solidaridad y del respeto a la casa común.
Nos sentimos interpelados. Es también nuestro el dolor de toda la familia trabajadora. Queremos ser y mostrar signos de esperanza personal y comunitariamente. Depende de nuestro compromiso personal mantener una actitud que refuerce nuestra presencia entre nuestros hermanos y hermanas trabajadoras para escuchar, acompañar, formar, denunciar… aportando así procesos de humanización y transparentando a Jesús a través nuestro, como gesto y acción de amor a los demás en nuestros ámbitos más cercanos, precarios y pobres, pero también con el compromiso explícito con la dimensión internacional de nuestros movimientos para así crecer en solidaridad global.
Nuestros desafíos pasan por seguir evangelizando el mundo del trabajo, anunciando la buena noticia que supone el proyecto de humanización que Dios tiene para todos y situando a la persona, a su imagen y semejanza, en el centro de todas las preocupaciones…
Somos consciente de nuestras limitaciones en esta tarea pero también somos sabedores del compromiso de otros actores protagonistas, que coinciden en la lucha por la sagrada dignidad de la persona, con el clamor compartido de tierra, techo y trabajo para una vida digna; que construyen alternativas, por pequeñas o grandes que sean, y son esa poesía social que el papa Francisco anima a seguir realizando. El proyecto puente que constituye, el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos quiere seguir creciendo, en alianza con otras realidades, para ir construyendo un mundo más justo, solidario y sostenible.
Ofrecemos nuestro compromiso, nuestro trabajo y nuestras luchas, a todos los trabajadores del mundo, desde el ámbito local, regional y global para responder a nuestra misión evangelizadora y, con ello, adecuar la organización del MMTC para responder mejor a esta tarea.
Asumimos:
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Fortalecer nuestro estilo de vida militante, nuestra formación y Revisión de Vida, en coherencia con nuestra fe en Jesucristo, el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.
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Impulsar la relación entre los movimientos y el ministerio pastoral. Construyendo con ello pastoral obrera: siendo voz en la Iglesia y voz en el mundo del trabajo, con especial atención en los más excluidos y precarios.
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Analizar la situación regional de los trabajadores y las trabajadoras, para establecer dinámicas de trabajo que denuncien las situaciones de vulnerabilidad de derechos y protejan la dignidad de la persona. Favorecer la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en todos los ámbitos, también en nuestras organizaciones. Contribuir a la formación de jóvenes trabajadores cristianos.
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Animar alianzas con otros actores protagonistas en los ámbitos locales y regionales cuyos planteamientos por el trabajo decente y la construcción del bien común sean objetivos compartidos.
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Potenciar la solidaridad y la acción común con los movimientos populares, a través de los Encuentros Mundiales en diálogo con el Papa y mediante Encuentros específicos de zona o región.
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Seguir convocando a todos los movimientos de trabajadores cristianos a sumarse a la Jornada Mundial por el Trabajo Decente (7 octubre), junto con el movimiento sindical mundial, la Organización Internacional del Trabajo y otras organizaciones.
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Proponer a nivel local y regional una confluencia de organizaciones de inspiración católica para poner en marcha una iniciativa de Iglesia universal por el Trabajo Decente.
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Exigir un trabajo decente para todos.
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Reclamar a los Estados a que garanticen un salario social o renta de ciudadanía, que evite el descarte de millones de personas, en los caso de que no se garantice el acceso a un trabajo decente.
En la Universidad de la Mística de Ávila, España. Julio 2017
Versião portuguesa da Declaraçao