En pleno siglo XXI, tiempo en que lo contemporáneo envejece rápido, era en que las diversas sociedades en el planeta mundo (tierra) se pluralizan, globalizando lo tradicional y lo no tradicional, en que el capitalismo consume las ideologías de los que luchan por la tierra como espacio común, en que el mal del siglo es la soledad y el individualismo,
en que las tecnologías a veces no son tan tecnológicos, en que vemos en el día a día de los seres humanos que el “ser” mujer aún es ser tratada como un objeto. ¿Qué es civismo?
El ser mujer en las diferentes sociedades lleva en el interior de cada persona un mundo político, social, cultural y económico frágil, valiente, honesto, filosófico, osado y contradictorio de existencia cuando lo comparamos al ser hombre. La benevolencia no estuvo cerca de la historia del mundo femenino en ninguna época y mucho menos en el periodo actual, la sociedad de los machistas inconsecuentes es muy superior y sigue ofuscando amargamente los avances conseguidos hasta ahora por la toma de conciencia del empoderamiento en la búsqueda de espacios, que fueron conseguidos a través de actividades políticas llevadas adelante con bastante maestría, aunque con muchas dificultades. ¿No es la reivindicación de los derechos un deber natural e inherente a cualquier ser humano?
El hecho de ser humanos pertenecientes a la misma especia, ¿no es ya suficiente para que vivamos en iguales condiciones?… “Trabajadores del mundo, uníos”, dijo Karl Marx, consciente de que las mujeres y los niños ya estaban presentes en la historia del proletariado, agricultura, trabajos domésticos, etcétera, contribuyendo en sus hogares y en la vida económica de sus sociedades. Pero, ¿por qué hay tanta desigualdad salarial aún? ¿Por qué tanta insistencia en la sumisión de la femenina aun trabajos semejantes a los de los hombres, realizados con la misma erudición (e incluso superior)? Todos los seres humanos son trabajadores, sean trabajos intelectuales o físicos.
La historia de la lucha por mayores conquistas negadas, hasta entonces está lejos de ser medida por cualquier teórico u observador en el discurrir de la historia hasta hoy. ¡La mujer no es una cosa, es un ser! Y como un ser, debe ser y existir en su dimensión política, social y cultural de forma singular, y no ser vista como un elemento que necesita estar en conexión con otro ser para ser valorada. La mujer es ancla fértil que consigue conciliar trabajo, emoción y hogar. Además permanece vencedora incluso en las derrotas, ¡solo por ser mujer!
Todavía hay muchas cosas que hacer y, en el discurrir de la historia y de la permanencia de la era de las indiferencias, tomar conciencia y comprometerse políticamente en movimientos que buscan el bien común es aún la mejor opción. Donde las luchas sociales, económicas y políticas deben permanecer como brasa que no quiere extinguirse, debemos avanzar por las vías del compañerismo y la concientización convocando al empoderamiento de las propias mujeres, y conservar el fervor de no bajar la cabeza y seguir en la lucha. Pues la historia es dinámica y cada pedazo de ella es construido por aquellos y aquellas que no se omiten y participan activamente en la perspectiva de cambiar cualquier aspecto negativo en defensa de la dignidad humana.
En nuestra misión como Movimiento de Trabajadores, de Iglesia y de formación nos acordamos de las palabras del papa Francisco en una misa celebrada en la Capilla de Santa Marta donde hizo un valiente discurso defendiendo la igualdad entre hombres y mujeres.
Según papa Francisco, el destino del hombre y de la mujer es ser “una sola carne”, en un claro mensaje sobre la defensa de la igualdad de género. Explotar a las personas es un crimen de lesa humanidad, es cierto, pero explotar a una mujer es aún peor: “es destruir la armonía que Dios quiso dar al mundo”.
Después de una larga conversación, el líder religioso concluyó afirmando que “la funcionalidad no es el objetivo de la mujer. Es cierto que la mujer debe hacer y hace las cosas, como hacemos todos. El objetivo de la mujer es crear armonía y sin ella no hay armonía en el mundo”.
Continuamos con firmeza nuestra misión como movimiento de formación y de Iglesia, junto a las mujeres trabajadoras que dedican cada segundo a la lucha por la justicia.