Resulta ineludible en el sendero de lo posible que cada propuesta educativa tenga como enfoque la promoción de actitudes positivas, y conductas constructivas y creativas; o sea, buscando nuevos derroteros para enriquecer nuestra cultura y así superar el deterioro notable, de unos y otros, que en los ambientes exhiben modelos y esquemas marcados por la competencia, la violencia y el ansia desmedida de consumo. Para dar este giro bien nos aconseja san Pablo en la carta a los Efesios: “Ustedes tienen que dejar su manera anterior de vivir, el «hombre viejo», cuyos deseos engañosos lo llevan a su propia destrucción. Dejen que su mente se haga más espiritual, para que tengan nueva vida, y revístanse del «hombre nuevo»” (Efesios 4, 22-24). Pero, como bien dice el refrán: “Nunca es tarde si la dicha es buena”; así que, revisemos primeramente nuestro comportamiento de adultos en la familia, localidad, centro laboral… seamos portadores de un nuevo estilo que coadyuve al logro de “otra política, economía y agricultura posible” que retroalimente la “nueva escuela” e incentive a niños, adolescentes y jóvenes a ser más como personas, y a priorizar por encima de la posesión de bienes materiales su crecimiento en: conocimientos científicos-técnicos, habilidades teóricoprácticas, sentimientos fraternos-solidarios y la acogida de lo espiritual-trascendente.
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